jueves, 19 de enero de 2017

Elegimos pareja por casualidad o causalidad?

Elegir a la pareja... ¿casualidad o "causalidad"?



Mujeres que naufragan en el mar de la incomprensión y con sensación de abandono, hombres que se sienten tiranizados por una pareja demasiado exigente, víctimas de una infidelidad, maridos y mujeres hastiados y sin ilusión, engaños, celos... La pareja es ese caldo de cultivo en el que las personas damos y hallamos lo mejor y lo peor de nuestra naturaleza. Si somos conscientes de la cantidad de energía mental y emocional que consume una relación problemática, tóxica o disfuncional, entenderemos por qué las parejas rompen. Sin embargo, si analizamos las causas psicológicas que nos llevan a elegir a nuestra pareja, entenderemos por qué generamos vínculos de dependencia tan fuertes y a veces mantenemos durante mucho tiempo relaciones que nos dañan, dándole sentido a la canción que reza "amores que matan nunca mueren".
Aunque no podríamos comentar todas, a continuación se enumeran diferentes teorías que explican la elección de la pareja (Diaz Morfa, 2003):

La psicología social  ha puesto de manifiesto cómo los condicionamientos socio-culturales juegan un papel tan directo como sutil en la elección de la pareja, dado que hemos naturalizado diferentes modelos, roles y valores sociales presentes en nuestro entorno familiar y social. Aunque estos criterios están cambiando, las estadísticas sociológicas indican que la edad, la educación, la raza y la religión son factores homogámicos que juegan un papel importante en la elección de la pareja. Es decir, solemos escoger parejas de edad, educación, raza y religión similares. 

Según las teorías psicoanalíticas, la influencia de las figuras parentales (o cuidadores adultos) y familiares (sobre todo herman@s) en la elección y la evolución de la pareja es muy grande. Freud habla de distintos tipos de elección. 

  • Según la elección por apoyo, se ama al hombre que protege y a la mujer que alimenta, en una clara referencia a las funciones más básicas de cada progenitor. Esta tendencia se observa en la frecuencia con que los adolescentes de ambos sexos tienen como primer gran enamoramiento una mujer madura o un hombre mayor. Y tienen consecuencias de diferente tipo en la vida adulta. En este sentido, puede haber una elección (a menudo inconsciente) referida al papel del progenitor del sexo opuesto. Por ejemplo un hombre que dice "quiero una mujer que se parezca a mi madre" o  una mujer: "quiero un hombre que sea lo contrario a mi padre". También puede haber una elección referida al progenitor del mismo sexo. Para entender esto último, José Díaz Morfa (2003) pone un ejemplo muy clarificador: "una mujer joven con poca experiencia que se se casa con un hombre maduro, esperando obtener de él un papel afectivo no sólo de protección, sino de cuidado que gira en torno a una relación de alimentación (o manutención). A nivel aparente uno podría pensar que está eligiendo un padre pero realmente está eligiendo una figura que desempeñe los papeles maternales". En ocasiones, la referencia a la imagen parental es muy acentuada y exclusiva, de ahí que se diga "de tales padres tales maridos". El parecido con el padre o la madre no es necesariamente físico, sino más bien psicológico. Buscamos un rasgo de personalidad, una cualidad que admirábamos en relación con una necesidad propia no cubierta o que en su día nos fue negada. En esos casos suelen aparecer complicaciones tanto a nivel de la vida sexual como afectiva. 

  • Otro tipo de elección de un objeto amoroso sería la narcisista, y estaría basada en la relación que tiene la persona consigo misma. Es decir, se ama a lo que es un@ mism@, lo que se ha sido y/o lo que se querría ser (el ideal del yo). Por ejemplo, una mujer que elige una pareja que es el profesional brillante y de éxito que ella quisiera ser. La inversión de signo de este mecanismo sería la elección de lo contrario al "ideal del yo", por ejemplo un hombre mediocre que elige a una mujer sumisa para depositar en ella el fracaso propio y obtener además la gratificación sádica de humillarla y denigrarla. 

  • Existen otros tipos de elección de pareja que tienen que ver con una organización defensiva, es decir, para protegerse de una tendencia del individuo que a él mismo de forma consciente o inconsciente le parece demasiado peligrosa o no aceptable. Por ejemplo, una persona puede tener tendencias adictivas, exhibicionistas, violentas, auto-destructivas, etc. y elige una pareja en la cual esa tendencia no se pueda manifestar. Este tipo de elecciones se dan en muchas parejas estables y duraderas. 

  • Otro tipo de elección defensiva es aquella que sirve como protección contra el riesgo de un amor intenso. Esto ocurre porque se vive esa intensidad del amor como un temor de ser absorbido, devorado o aniquilado. La relación entonces se percibe como un peligro para preservar la propia identidad, y se elige inconscientemente a una pareja que tenga el mismo conflicto o sentimientos análogos. Cuando se teme un compromiso amoroso demasiado intenso, se elige una pareja que permita un vínculo suficiente para llevar una existencia social más o menos aceptable pero no lo bastante intenso como para provocar una ansiedad profunda debido al temor a esa fusión.  Una reacción frecuente en estas personas ante la amenaza de la relación es una reacción de aislamiento. Es decir, se elige un compañer@ con el que se comparten sólo algunos aspectos de la vida social y/o laboral pero con el que hay poca vida sexual o afectiva. En la práctica terapéutica se observa este tipo de elección en personas con caracteres muy individualistas, carentes de habilidades sociales o que han pasado por experiencias traumáticas de separaciones, divorcios u otro tipo de situaciones familiares complejas.  




En realidad, cualquier elección de pareja siempre sigue unos criterios narcisistas, relacionados con nuestras necesidades, historia de vida, nuestra percepción y nuestros deseos. Es decir, amamos o buscamos lo que nos es familiar, lo que conocemos (aunque sea dañino), lo que anhelamos, lo que nos gustaría ser; amo a quien me cuida y protege (incluso de mí mism@) o a quien se deja proteger por mí... Siempre se da una complementariedad de signo positivo o negativo. 

Tras estas consideraciones, parece necesario haber pasado exitosamente a través de los estadios psicosexuales del desarrollo infantil y haber logrado en cierta medida un proceso de separación-individuación de nuestra familia de origen para poder tener un vínculo afectivo y sexual adecuado con nuestra pareja. En cualquier caso la influencia de la infancia en el guión de vida y en los conflictos actuales de la pareja es un tema muy interesante y extenso que abordaré en futuras entradas. 

Como conclusión, podríamos decir que elegir la pareja debería ser un proceso consciente, no dirigido ni condicionado en exceso por necesidades afectivas no resueltas, fijaciones u otro tipo de condicionamientos que sólo generan vínculos futuros de dependencia y sensación de falta de control emocional en nuestra vida amorosa.    

Bruno Alonso 
Psicólogo colegiado nº M-24641


Bibliografía:

Díaz Morfa, J. (2003). Prevención de los conflictos de pareja. Bilbao: Desclée de Brouwer  

Mazzuca, R., Mazzuca, S., Surmani, F. Contraposición del concepto de tipo anaclítico de elección de objeto en Freud y Lacan. Anuario de investigaciones, Facultad de psicología UBA, 2009 (pp. 11-123).  

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