miércoles, 17 de mayo de 2017

Agradece lo importante, desecha lo superfluo, disfruta lo que tienes, es el secreto de la felicidad

Posted: 14 May 2017 09:33 PM PDT

Los que practicamos la psicología cognitiva solemos decir que el propósito de esta terapia es conseguir ver la vida con los mismos ojos que la perciben muchas de las personas que han superado una grave enfermedad o que han sobrevivido a un accidente, pero sin tener que pasar por ninguna de esas situaciones.

Yo soy partidaria de aprender de todo lo que nos pasa en la vida, sobre todo de las adversidades. Son muchas las personas que han sufrido una enfermedad grave o un desafortunado accidente y que han aprovechado esa circunstancia para crecer emocionalmente. ¿Cómo lo hacen? Cambiando su escala de valores, apreciando lo que tienen, no quejándose por lo que han perdido y disfrutando del presente.

Veamos con un poco más de detalle algunas de las muchas enseñanzas que podemos extraer de este tipo de experiencias:

-Lo primero que aprendes cuando te sucede algo así es a ser humilde. Tomas consciencia de tu fragilidad como ser humano, de lo insignificante que eres y de lo poco importantes que son las cosas que haces. Mañana podrías estar muerto y todo seguiría su curso: tus seres queridos sentirían una profunda tristeza durante algún tiempo y te echarían de menos pero seguirían con sus vidas, otra persona desempeñaría tu trabajo, el sol saldría y se pondría cada día, la tierra continuaría girando alrededor del sol, se sucederían las estaciones, los años, la vida…

-Despiertas de la fantasía de inmortalidad en la que vives, sabes que todos nos tenemos que morir, pero no te lo acabas de creer. Tienes la sensación de que morir es algo que les pasa a los demás, pero no a ti. Al ver la muerte de cerca, te das cuenta de que tú también eres mortal y de que no tienes que estar muy enfermo o ser una persona de avanzada edad para que en cualquier momento puedas dejar de existir.

-Aceptas la incertidumbre como parte de la vida, hay muchas cosas que por mucho que lo intentes escapan a tu control y una de esas cosas es la muerte. Cuidando tu salud y siendo precavido tal vez consigas esquivar la enfermedad y los accidentes, pero no la muerte.

-Te cuestionas si preferirías que las personas significativas para ti te recordaran por ser alguien muy eficiente, trabajador, resolutivo, responsable, atractivo, exitoso, con mucho poder adquisitivo, con grandes capacidades, con vivencias extraordinarias…, o por tus actos de amor y tu alegría.

-Empiezas a apreciar la vida como lo más importante. Qué duda cabe que estar vivo es lo principal, un auténtico milagro, pero casi siempre lo damos por supuesto y, por tanto, no lo valoramos en absoluto. El resto de cosas materiales e inmateriales (hijos, pareja, éxito, trabajo, dinero, salud, reconocimiento, justicia, respeto…) se sitúan en su lugar, es decir, por debajo del valor principal: LA VIDA.

-Dejas a un lado la queja porque sientes que no hay NADA de qué quejarse. Como decía el piloto de la Primera Guerra Mundial Eddie Rickenbacker tras haber sobrevivido a un duro naufragio: "La mayor lección que he aprendido gracias a esa experiencia es que si se tiene toda el agua fresca que quieres beber y toda la comida que quieres comer, jamás deberías quejarte de nada".

-Comienzas a agradecer TODO: que estás vivo, que tus órganos funcionan, que respiras, que el sol ha salido esta mañana, que puedes contemplar las estrellas, que tienes gente que te quiere, agua potable para beber, comida todos los días, un trabajo (aunque no te guste demasiado), un techo bajo el que cobijarte, una cama donde dormir…

-No solo sientes gratitud por todo, sino que también lo disfrutas intensamente. Cada cosa que posees, cada cosa que haces, cada nuevo día, cada momento que pasas con las personas que forman parte de tu vida,…, todo lo percibes como una hermosa oportunidad de disfrute.

-Deseas vivir despierto, consciente, inmerso en el momento presente, en el aquí y el ahora porque sabes que el pasado y el futuro solo existen en tu mente, el único momento real es el presente. Dejas de lamentarte por lo que ya ocurrió y de preocuparte por lo que quizá sucederá, ya que nada puedes hacer para cambiar el pasado y solo podrás ocuparte del futuro cuando llegue.

-Exprimes al máximo tu existencia, pero no persiguiendo compulsivamente “más” de todo: más experiencias, más amistades, más viajes, más dinero, un trabajo más interesante…, sino buscando calidad, intensidad y profundidad en cada momento, en cualquier momento. Esto supone vivir con la misma pasión saltar en paracaídas que permanecer durante horas en el sofá mirando el techo.

-Te planteas: “Si ahora mismo muriera, ¿lamentaría no haber sido más eficiente y productivo en mi trabajo, no haber trabajado más horas, no haber tenido una vida lo bastante interesante, no haber logrado suficiente reconocimiento, no haber ganado más dinero, no haber viajado más, no haber tenido más experiencias…? Sin duda, la respuesta es “NO”.

-Sientes haber vivido tantos años sepultado bajo montones de absurdas exigencias o “deberías” que te llenan de sufrimiento y te alejan de la felicidad. Exigencias hacia ti mismo (debería ser más eficiente, buena persona, excelente profesional, estar en forma, tener muchos amigos, hijos, pareja, dinero, demostrar que valgo mucho…), hacia los demás (la gente deberíatratarme con consideración y respeto, porque yo los trato así) y hacia el mundo (la vida debería ser fácil).

Sería deseable que, sin necesidad de vivir un suceso grave, despertáramos y fuéramos capaces de apagar el interruptor mental de la queja y activar el del agradecimiento y disfrute. Ojalá no nos pase como al protagonista de “La muerte de Ivan Ilich” de Tolstoi,  el cual tras una vida repleta de éxitos profesionales y de haber cumplido con todo lo que la sociedad esperaba de él, dijo en el lecho de muerte sumido en un profundo vacío:  “¿Y si toda mi vida hubiera estado equivocado?”


martes, 2 de mayo de 2017

Soy mediocre, y qué???

Soy mediocre

por Rafael Santandreu
Hola amig@s,
Esta semana os dejo un texto que habla sobre cómo aprender a valorarnos a nosotros mismos y a los demás para ser más felices. Espero que os guste
Un abrazo!
En nuestra sociedad existe la creencia absurda de que para considerarnos valiosos hay que tener y demostrar habilidades o talentos específicos y tener éxito. Parece que por arte de magia eso nos convierte en seres superiores a los demás. Nada más lejos de la realidad. Por supuesto que si nos sucede es mejor aprovecharlo y disfrutar a tope con esas aptitudes, pero no nos engañemos: esas aptitudes con el tiempo nos irán desafiando, porque somos seres humanos que envejecemos y vamos perdiendo facultades; además, si pensamos en una persona con alguna genialidad y la imaginamos en la cola del supermercado, o en otro escenario que no pueda exhibir sus talentos, no vemos que destaque tanto, o mejor dicho nada. Por lo tanto, está en el grupo de los mediocres, ¡como todos! Argumentos como estos, basados en la realidad, nos permiten ver que podemos disfrutar del éxito si lo alcanzamos en algún grado, o de nuestros talentos en ciertos momentos, pero no podemos creer, no hay evidencias, que demuestren que esas personas valen más, son superiores, a los demás mortales; la realidad es simple: tienen talentos en ciertos momentos, punto. El valor de la persona no hay nada que lo defina en estos términos, por lo que tengo la libertad de sentirme maravilloso y disfrutar de mi mediocridad. No necesito el éxito ni la genialidad para ser valioso, sólo me irá de fábula aceptarme incondicionalmente con todas mis mediocridades y errores humanos, que tampoco definen mi valor, al revés, me definen como ser humano. ¡Disfrutemos de nuestra mediocridad!
mediocre Marta Verdet
Marta Verdet
Psicóloga colaboradora del Centro de Terapia Breve de Rafael Santandreu

jueves, 19 de enero de 2017

Elegimos pareja por casualidad o causalidad?

Elegir a la pareja... ¿casualidad o "causalidad"?



Mujeres que naufragan en el mar de la incomprensión y con sensación de abandono, hombres que se sienten tiranizados por una pareja demasiado exigente, víctimas de una infidelidad, maridos y mujeres hastiados y sin ilusión, engaños, celos... La pareja es ese caldo de cultivo en el que las personas damos y hallamos lo mejor y lo peor de nuestra naturaleza. Si somos conscientes de la cantidad de energía mental y emocional que consume una relación problemática, tóxica o disfuncional, entenderemos por qué las parejas rompen. Sin embargo, si analizamos las causas psicológicas que nos llevan a elegir a nuestra pareja, entenderemos por qué generamos vínculos de dependencia tan fuertes y a veces mantenemos durante mucho tiempo relaciones que nos dañan, dándole sentido a la canción que reza "amores que matan nunca mueren".
Aunque no podríamos comentar todas, a continuación se enumeran diferentes teorías que explican la elección de la pareja (Diaz Morfa, 2003):

La psicología social  ha puesto de manifiesto cómo los condicionamientos socio-culturales juegan un papel tan directo como sutil en la elección de la pareja, dado que hemos naturalizado diferentes modelos, roles y valores sociales presentes en nuestro entorno familiar y social. Aunque estos criterios están cambiando, las estadísticas sociológicas indican que la edad, la educación, la raza y la religión son factores homogámicos que juegan un papel importante en la elección de la pareja. Es decir, solemos escoger parejas de edad, educación, raza y religión similares. 

Según las teorías psicoanalíticas, la influencia de las figuras parentales (o cuidadores adultos) y familiares (sobre todo herman@s) en la elección y la evolución de la pareja es muy grande. Freud habla de distintos tipos de elección. 

  • Según la elección por apoyo, se ama al hombre que protege y a la mujer que alimenta, en una clara referencia a las funciones más básicas de cada progenitor. Esta tendencia se observa en la frecuencia con que los adolescentes de ambos sexos tienen como primer gran enamoramiento una mujer madura o un hombre mayor. Y tienen consecuencias de diferente tipo en la vida adulta. En este sentido, puede haber una elección (a menudo inconsciente) referida al papel del progenitor del sexo opuesto. Por ejemplo un hombre que dice "quiero una mujer que se parezca a mi madre" o  una mujer: "quiero un hombre que sea lo contrario a mi padre". También puede haber una elección referida al progenitor del mismo sexo. Para entender esto último, José Díaz Morfa (2003) pone un ejemplo muy clarificador: "una mujer joven con poca experiencia que se se casa con un hombre maduro, esperando obtener de él un papel afectivo no sólo de protección, sino de cuidado que gira en torno a una relación de alimentación (o manutención). A nivel aparente uno podría pensar que está eligiendo un padre pero realmente está eligiendo una figura que desempeñe los papeles maternales". En ocasiones, la referencia a la imagen parental es muy acentuada y exclusiva, de ahí que se diga "de tales padres tales maridos". El parecido con el padre o la madre no es necesariamente físico, sino más bien psicológico. Buscamos un rasgo de personalidad, una cualidad que admirábamos en relación con una necesidad propia no cubierta o que en su día nos fue negada. En esos casos suelen aparecer complicaciones tanto a nivel de la vida sexual como afectiva. 

  • Otro tipo de elección de un objeto amoroso sería la narcisista, y estaría basada en la relación que tiene la persona consigo misma. Es decir, se ama a lo que es un@ mism@, lo que se ha sido y/o lo que se querría ser (el ideal del yo). Por ejemplo, una mujer que elige una pareja que es el profesional brillante y de éxito que ella quisiera ser. La inversión de signo de este mecanismo sería la elección de lo contrario al "ideal del yo", por ejemplo un hombre mediocre que elige a una mujer sumisa para depositar en ella el fracaso propio y obtener además la gratificación sádica de humillarla y denigrarla. 

  • Existen otros tipos de elección de pareja que tienen que ver con una organización defensiva, es decir, para protegerse de una tendencia del individuo que a él mismo de forma consciente o inconsciente le parece demasiado peligrosa o no aceptable. Por ejemplo, una persona puede tener tendencias adictivas, exhibicionistas, violentas, auto-destructivas, etc. y elige una pareja en la cual esa tendencia no se pueda manifestar. Este tipo de elecciones se dan en muchas parejas estables y duraderas. 

  • Otro tipo de elección defensiva es aquella que sirve como protección contra el riesgo de un amor intenso. Esto ocurre porque se vive esa intensidad del amor como un temor de ser absorbido, devorado o aniquilado. La relación entonces se percibe como un peligro para preservar la propia identidad, y se elige inconscientemente a una pareja que tenga el mismo conflicto o sentimientos análogos. Cuando se teme un compromiso amoroso demasiado intenso, se elige una pareja que permita un vínculo suficiente para llevar una existencia social más o menos aceptable pero no lo bastante intenso como para provocar una ansiedad profunda debido al temor a esa fusión.  Una reacción frecuente en estas personas ante la amenaza de la relación es una reacción de aislamiento. Es decir, se elige un compañer@ con el que se comparten sólo algunos aspectos de la vida social y/o laboral pero con el que hay poca vida sexual o afectiva. En la práctica terapéutica se observa este tipo de elección en personas con caracteres muy individualistas, carentes de habilidades sociales o que han pasado por experiencias traumáticas de separaciones, divorcios u otro tipo de situaciones familiares complejas.  




En realidad, cualquier elección de pareja siempre sigue unos criterios narcisistas, relacionados con nuestras necesidades, historia de vida, nuestra percepción y nuestros deseos. Es decir, amamos o buscamos lo que nos es familiar, lo que conocemos (aunque sea dañino), lo que anhelamos, lo que nos gustaría ser; amo a quien me cuida y protege (incluso de mí mism@) o a quien se deja proteger por mí... Siempre se da una complementariedad de signo positivo o negativo. 

Tras estas consideraciones, parece necesario haber pasado exitosamente a través de los estadios psicosexuales del desarrollo infantil y haber logrado en cierta medida un proceso de separación-individuación de nuestra familia de origen para poder tener un vínculo afectivo y sexual adecuado con nuestra pareja. En cualquier caso la influencia de la infancia en el guión de vida y en los conflictos actuales de la pareja es un tema muy interesante y extenso que abordaré en futuras entradas. 

Como conclusión, podríamos decir que elegir la pareja debería ser un proceso consciente, no dirigido ni condicionado en exceso por necesidades afectivas no resueltas, fijaciones u otro tipo de condicionamientos que sólo generan vínculos futuros de dependencia y sensación de falta de control emocional en nuestra vida amorosa.    

Bruno Alonso 
Psicólogo colegiado nº M-24641


Bibliografía:

Díaz Morfa, J. (2003). Prevención de los conflictos de pareja. Bilbao: Desclée de Brouwer  

Mazzuca, R., Mazzuca, S., Surmani, F. Contraposición del concepto de tipo anaclítico de elección de objeto en Freud y Lacan. Anuario de investigaciones, Facultad de psicología UBA, 2009 (pp. 11-123).